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sábado, 24 de septiembre de 2011

Si eres ateo porque hablas tanto de dios en tu Facebook

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Una de las críticas más comunes hacia los ateos 2.0 es la utilización de nuestro muro de Facebook para manifestar abiertamente nuestra increencia en lo divino a través de videos, frases, fotos o información diversa sobre por qué nos resulta tan absurda la idea de dios y las religiones que se desprenden de ella.


Inmediatamente saltan nuestros buenos amigos y familiares preocupados por la salvación de nuestras almas con estribillos que coinciden increíblemente: “estás obsesionado”, “eres intolerante”, “no tienes nada mejor que hacer”, “habla de otra cosa”, “ya no dan ganas de ver tu muro”, etc.


Y en realidad, si lo vemos a priori, pareciera que tienen cierto sentido estas sentencias. Si uno es ateo, pues lo más lógico sería que no creamos en dios y punto, dios es un tema del cual ni siquiera debería hablarse, ni comentarse. Como me dijo un buen amigo cristiano alguna vez, “pues si no crees en dios ¿qué sentido tiene estar mencionándolo a cada rato?”.

Obviamente esta pregunta viene con trampita incluida. Porque implica que solo hablando “bien” o “a favor de su existencia” tiene sentido el tema de dios. Es decir si mañana al pararme del inodoro tuviera una revelación fecal y descubriera que dios existe porque un mojón flotante me lo dijo (las epifanías son así de singulares) y por la tarde pusiera videos de Luis Enrique Ascoy o Annette Moreno y manifestara de mil formas (como abunda en el Facebook) mi fe, estoy seguro que la reacción sería otra.

Esta es una forma perversa de proteger o “blindar” la idea (perfecta) de dios. Sino hablas a favor o para exaltar su divinidad, mejor cállate y ni si te ocurra poner cosas que pongan en  duda su divina existencia en tu humilde muro.

Pero entonces queda por resolver, si sabemos que dios no existe, la pregunta de por qué luchar u ocuparse de  algo que “no existe”.

La respuesta es muy sencilla. Sabemos que dios no existe, sabemos que la evidencia a favor de dios se basa fundamentalmente en creencias mitológicas o en vacíos que aún no abarca el actual conocimiento (el dios de los huecos), pero también sabemos que la mayoría (aplastante) en el mundo cree realmente que existe dios y muchos en nombre de ese dios (o dioses), matan, torturan, estafan, violan, mutilan, y contaminan los sistema jurídicos y educacionales con sus dogmas de fe.

Estas acciones son absolutamente reales, tan reales como el concordato entre el Estado Peruano y el Vaticano, tan reales como el poder de los Ayatollah en Irán, o el planchado de senos en Camerún, por citar solo algunos ejemplos de a qué nos lleva seguir “respetando” la fe.

Es cierto que hay gente que cree en alguna especie de divinidad sin estar ligado formalmente a alguna religión, pero estas personas aunque digan que su “relación con dios es personal e intima” contribuyen también al coro que invita a la inacción y el cuestionamiento (aplastamiento social) de los ateos.

En realidad un ateo promedio, al no considerar la hipótesis de dios, dedica buena parte de su tiempo a buscar explicaciones naturales sobre las grandes y complejas preguntas sobre el universo y la vida y mientras más va investigando, por contraste, se va dando cuenta de lo ridículas que resultan las explicaciones creacionistas sobre estas grandes preguntas.

Por lo tanto los ateos tenemos todo el derecho y sobre todo el deber de contribuir desde cualquier tribuna, virtual o real, a combatir la ignorancia, las supercherías y desde luego a reírnos de lo absurdo que nos quieren obligar a respetar, solo porque esta vestido con el disfraz de lo “sagrado”. Como leí alguna vez en un baño: “quien no quiere que se burlen de sus creencias, no debería creer en cosas tan ridículas”.

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