Una mañana cualquiera, mientras caminaba en el trabajo, el mundo se detuvo para Neil. Era imposible dar el próximo paso, se encontraba espontánea e inesperadamente paralizado. Sin entender lo que ocurría, el hombre de 50 años continuó notando extraños síntomas con el tiempo. Cuando caminaba parecía moverse hacia un lado, su hombro izquierdo colisionaba con puertas sin él proponérselo; y un día su esposa notó que algo raro ocurría con su boca.
Para Mariano, la pesadilla comenzó temprano. A los 17 años exponía su charla en el colegio pero no pudo pronunciar la próxima palabra en su discurso. Así estuvo por varios días hasta que su habilidad para hablar regresó. Décadas después, se trataba de la cabeza que se mantenía paralizada hacia un lado; su nivel de control continuaba decayendo. Los desórdenes de movimiento, los neurodegenerativos y las enfermedades neurológicas son el comienzo de un verdadero y constante desasosiego.
En el pasado, una peligrosa cirugía removía dos áreas cerebrales principales en la evolución de los temblores, el tálamo y el globus pallidus. No obstante, la operación es sumamente peligrosa ya que involucra suprimir zonas neuronales, si el médico corta más de lo requerido, horrendos efectos secundarios se notarán enseguida, desde daños en la visión hasta en la personalidad. Con el tiempo, una nueva terapia llegó para sustituir estas cirugías, se trata de la estimulación eléctrica cerebral profunda, el tratamiento funciona para muchos pero aún no se explican cómo.
“La estimulación eléctrica en el cerebro inhibe zonas específicas. Por ejemplo, podemos operar a una persona e insertar los electrodos en estas áreas que vamos a inhibir a través de electricidad. Un marcapasos se instala debajo de la piel en el hombro y desde allí se estimula el espacio neuronal que deseamos suprimir”, explica Jeremy Haven, de la Clínica de Cleveland.
El cerebro es una máquina eléctrica, no sólo química. La electricidad allí no es la misma que enciende la computadora; esta energía cerebral es generada por moléculas y los neurotransmisores se encargan de impulsarla de una neurona a otra, realizando la vital comunicación entre ellas. Cuando estas cargas no son bien manejadas, cuando no llegan adonde deben llegar o se incrementa su activación, un sinnúmero de problemas surgen. La epilepsia, el Parkinson, la enfermedad de Tourette, los desórdenes de movimiento y hasta algunas enfermedades neuronales como la depresión y la anomalía bipolar han sido tratados con esta terapia. ¿Los resultados? Pues varían de paciente a paciente.
Las funciones, estructuras y mecanismos cerebrales no son completamente conocidos. La neurología está en pañales y aún ni siquiera sabemos cómo funciona la anestesia, un químico que permite los más dolorosos procedimientos físicos sin sufrimientos para el inconsciente paciente. Precisamente, obtener una noción indefectible del cerebro definirá mejor sus procesos y sus fallos; habrá detalles certeros sobre comportamientos, actitudes, personalidades y temperamentos, y podrán repararlo sin fallos ni efectos secundarios.
Mientras tanto, la estimulación eléctrica continúa brindando novedosas noticias. Todo se trata de apuntarle a la zona apropiada. Esta terapia ha sido aprobada en Estados Unidos para el Parkinson, porque se conoce cuáles zonas deben ser reprimidas para aliviar los síntomas. No obstante, en otros casos la terapia no ha sido confirmada formalmente por falta de experimentos ciegos y doble ciegos. Aún así, un nuevo tratamiento en el Hospital para Niños Enfermos (SickKids) apuntó los electrodos al hipocampo de roedores y produjo el surgimiento de células que ayudan a la memoria y la cognición. La manipulación de la energía cerebral puede impulsar áreas distintas del saber y hacer del Homo sapiens.
De hecho, aun desconocida muchos la prefieren. Perder el control sobre tu cuerpo es un evento inconcebible; saber que no podemos sostener un teléfono o tomar una caminata explica fielmente esa aventurada decisión de enterrar electrodos entre nuestras vitales neuronas.
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