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martes, 15 de marzo de 2011
La importancia de las proteínas en los neurotransmisores
El cerebro inicia su camino sobre una escueta red nerviosa. Sólo unas pocas neuronas y varios neurotransmisores impulsaban aquellos primeros microorganismos a que sobrevivieran y se reprodujeran. No obstante, millones de años después, este órgano ha conseguido transformarse en una compleja maraña neuronal donde interactúan más de un centenar de neurotransmisores y un sinnúmero de otros elementos.
Por supuesto, para que se forme el cerebro deben existir primero los genes y de ellos las proteínas. Todo proceso de formación de un ser vivo inicia allí, nos dicen, en esa vital molécula donde residen las recetas para hacer las proteínas que conformarán al animal o planta. Los genes están contenidos en la molécula de ADN, que se trata realmente de fosfatos, bases de nitrógenos y moléculas de azúcar (¿increíble, no?) que se alternan en una cadena que llamamos polímero. En el ADN se lleva a cabo, esencialmente, un proceso de almacenamiento y transmisión de información que es manejado entre este ácido y otro conocido como ARN. La interacción de ambos opera un procedimiento que tiene como resultado la producción de proteínas que van a conformar las partes del animal. Por supuesto, el genoma es mucho más que los genes que producen proteínas, pero ese es otro tema.
Daños o mutaciones genéticas tienen como resultado malformaciones en las proteínas que pueden generar una cantidad de problemas varios, desde anomalías anatómicas hasta problemas en la comunicación entre neuronas. Sabemos bien la importancia de una correcta comunicación, cuando la misma falla, desórdenes como la epilepsia, la demencia, la esclerosis múltiple y los derrames pueden ocurrir.
Pues bien, es en esta área donde cabe el descubrimiento realizado por científicos de la Universidad de Edimburgo, quienes han identificado una proteína crucial en el mantenimiento del funcionamiento apropiado de un segmento particular en las neuronas que se encarga del buen manejo de la comunicación. Estas fibras, nos dicen, tienen el control de la transmisión de mensajes en el órgano de los pensamientos. Y ya sabemos que no hacemos nada con la información si no podemos transmitirla.
Este experimento involucra el otro sistema cerebral: el eléctrico, ya que no sólo de químicos vive la materia gris. El cerebro funciona como un circuito eléctrico que envía impulsos a través de fibras nerviosas de la misma forma en que la corriente eléctrica de tu casa envía los electrones a través de alambres.
“Estas fibras pueden medir hasta un metro, sin embargo, el área que cubre el segmento del nervio que controla la transmisión de los mensajes no es más grande que el grosor de un cabello humano”, explica Peter Brophy, director del centro de la neuro-regeneración de la mencionada universidad. Yo te aconsejo que mires uno de tus cabellos ahora para que más o menos te hagas una idea del tamaño. Una vez tengas el cabello frente a tus ojos, piensa que un espacio con menor anchura que esa hebra entre tus dedos controla la importante transmisión de datos en el cerebro. “Saber más sobre cómo estas señales funcionan nos ayudará a estudiar los desórdenes neurodegenerativos y también descubrir cómo estas enfermedades incapacitan al cerebro de enviar señales a otras partes del cuerpo”.
Pero como decíamos al principio, el cerebro humano es complicado. Ahora mismo, mientras escribo, o mientras lees estas palabras, decenas de miles de impulsos eléctricos están transmitiendo mensajes de un lado a otro por toda la red neuronal. Cada uno de esos impulsos tiene una proteína que se ha encargado de producirlo y manipularlo. Identificar, clasificar y definir estas proteínas nos dirigirá a los genes que se encargar a su vez de producirlas, lo que nos ayudará a descubrir formas de reparar los daños, o de evitarlos. Este ha sido un gran paso en esa dirección.
Los resultados fueron publicados en el diario científico Neuron: http://www.cell.com/neuron/
http://www.ed.ac.uk/home
Por Glenys Álvarez
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