Vídeo del MES
Tip para callar a las mujeres religiosas CHISMOSAS
martes, 15 de marzo de 2011
Con el permiso de un hombre
"No quiero que me envuelvan en más velos". Claro y gráfico. Eman al Nafjan es la autora de Saudiwoman, uno de los blogs más reveladores sobre lo que significa ser mujer y saudí. Desde dentro. A través de la bitácora, esta saudí franca y valiente se está convirtiendo en una de las referencias para los jóvenes, sobre todo mujeres, que aspiran a reformar su país. Me ha citado en una cafetería del Granada Mall, cerca de su casa, en Riad. Y nos sentamos uno de los reservados con los que este tipo de locales sortean la prohibición de que mujeres y hombres se mezclen en público. Sí, eso, y muchas otras cosas extrañas, pasan en Arabia Saudí.
"Me siento impotente. No puedo hacer nada sin [el permiso de] mi marido o mi padre", resume esta mujer de 32 años y madre de 3 hijos, que después de seis años enseñando inglés ahora prepara su doctorado en ligüistica. Se refiere a las múltiples limitaciones que impone el sistema del mehram, el guardian o custiodio legal que la ley exige para cualquier actividad de la vida cotidiana desde viajar hasta sacar un pasaporte, pasando por acceder a un trabajo. ¿Tengo que recordar aquí que Arabia Saudí es el único país del mundo en el que no se permite conducir a las mujeres? Lo he contado tantas veces que me da la impresión de repetirme.
"Que nos permitan conducir y conseguiremos el resto", defiende Al Nafjan, convencida de que sería un primer paso hacia la emancipación. "Muchas mujeres comparten ese deseo, pero no lo dicen en público porque no les parece adecuado". Cuestión cultural, dicen los observadores. El sistema no permite cuestionar la autoridad sea paterna o del Estado. Expresar el descontento en público está mal visto. Y sin embargo Al Nafjan y otros jóvenes lo están haciendo en Internet. Cosa distinta será romper el tabú de salir a la calle.
Incluso ella respeta las sensibilidades culturales. No es una revolucionaria. Se cubre con la abaya, una especie de sayón negro que oculta las formas del cuerpo, y se tapa la cabeza con un velo ajustado, que no deja escapar ningún mechón de su bonita media melena ondulada. Pero va con la cara descubierta, como muchas de las mujeres de su generación y más jóvenes. Sin embargo, no acepta que le haga una foto. Ni siquieracon la cara tapada.Tampoco se reúne en persona con blogueros hombres. "Enviaría un mensaje equivocado", justifica. Su visibilidad pública tiene un límite y ese parece ser el pacto alcanzado con padre y su marido que, aunque lo aceptan, no están precisamente entusiasmados con su blog.
Aunque el envoltorio negro que cubre a la mayoría de las saudíes es el menor de sus problemas, el estereotipo de un país que nada en petrodólares ha fomentado la idea de que sus habitantes, mujeres y hombres, aceptan ese estado de cosas a cambio de un alto nivel de vida. "Eso fue cierto hasta la generación de mis padres, pero ha dejado de serlo en la mía", me corrige Al Nafjan. Algo ha influido el que la población autóctona se haya triplicado entre 1975 y 2010 hasta rondar los 20 millones de saudíes. "Entonces", explica, "la situación económica del país era mejor y que ahora se necesitan dos sueldos para mantener los estándares a los que estamos acostumbrados".
Ningún problema. A pesar de lo que pueda imaginarse, el reino ha educado a sus mujeres. Hoy representan el 57% de sus universitarias y muchas tienen masteres y doctorados. "Pero no hay oportunidades de trabajo para las mujeres", lamenta Al Nafjan. No hay más que ver las cifras. Apenas constituyen el 15% de la fuerza laboral y el 86% trabajan en el sector educativo. Del resto, un 6% lo hacen en la sanidad y un 4% en las administraciones públicas. Sólo 51.000 trabajan en el sector privado. Por no hablar de la dificultad de hacer compatible la vida laboral y familiar en una sociedad en la que la casa y la crianza de los hijos son responsabilidad exclusiva de las mujeres.
Al Nafjan, que ha firmado la Declaración Nacional para la Reforma, quiere que todo eso cambie. Desea que su país no discrimine a la gente por su sexo o religión, que tenga un sistema judicial justo y que se ponga fin a la corrupción, "sin dejar de ser saudí". En definitiva, no quiere una revolución sino una reforma. Y está convencida de que conseguirlo sólo es cuestión de tiempo.
Por: Ángeles Espinosa
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario