
Investigadores en la Universidad de Toronto se preguntaban, ¿cuál es el vínculo entre el razonamiento moral y la acción moral? En otras palabras, si conocen el refrán que dice “del dicho al hecho hay mucho trecho”, pues ellos estaban hurgando el trecho. Varios estudios se han realizado al respecto, experimentos que usan juegos, cuestionarios y tecnología para comprender nuestra forma de juzgar lo que haremos en una situación, aunque nuestra conducta sea tan distinta como nuestros motivos para justificar esa dicotomía. Especialmente en personas con estándares morales muy estrictos, imposibles de llevar, que terminan hasta cometiendo atrocidades.
Bien, demos primero un paseo por el vertiginoso mundo de la investigación social y de la conducta humana. Es un verdadero problema pues hay que tener numerosas variables en mente. Muchos experimentadores, de hecho, han elaborado formas de anular un poco algunos fastidiosos efectos de estudiar la conducta; en primer lugar, hay que saber que se trata de una muestra de personas que serán particulares a un tipo de cultura y de forma de pensar, así que no se puede extrapolar completamente. Por otro lado, cuando se usan cuestionarios, los investigadores tienen porcentajes que pertenecen a las mentiras que la gente dice, que la gente se cree, y los calculan junto a sus resultados. Y además, la tecnología, aunque mucho más específica que nunca, todavía inspira mucha interpretación, por ello, los resultados de estudios como éstos deben ser siempre repetidos y confirmados por equipos independientes.
En este sentido, el equipo involucrado en esta investigación nos cuenta que estudios similares anteriores han encontrado lo opuesto a los resultados que ellos han obtenido, lo que refleja aún más la problemática en el estudio sociológico y de la conducta humana. Pero en fin, ahí vamos caminando, hay que ser escépticos y mantener en mente que somos todos diferentes.
“En una cosa estamos de acuerdo en todos los estudios que hemos realizado sobre la moral, el vínculo perdido entre el razonamiento moral y la acción moral son las emociones. El miedo, la culpa, el amor, entre otros, juegan un papel central en todo pensamiento y comportamiento, incluyendo la conducta moral. Pero cuando la gente contempla cómo ellos actuarían, cómo van a actuar en una situación ética, no captan con precisión la intensidad de las emociones que sentirán, por lo tanto, juzgan mal en la forma en que actuarían”, explica Rimma Teper en la Universidad de Toronto Scarborough (UTSC).
Las emociones viven en el trecho, son las causantes de la dicotomía en lo que decimos y lo que hacemos, especialmente cuando se trata de una decisión moral. Lo que sentimos no nos deja actuar de acuerdo a lo que razonamos. Lo que no necesariamente es siempre malo, aunque otras veces sí lo es. “En esta investigación, los resultados hablan bien de la naturaleza humana”, explica Teper. “Es probable que tenga que ver con la muestra y el tipo de recompensa, aún así, la investigación mide el efecto de las emociones en las decisiones morales”.
Para el experimento, tres grupos de estudiantes recibieron un examen de matemáticas con 15 preguntas. A un grupo le dieron la oportunidad de hacer trampa; le dijeron que un problema con el programa de la computadora presentaría la respuesta correcta si le daban a la barra de espacio y sólo ellos sabrían que lo estaban haciendo. Se les ofreció también una recompensa de cinco dólares por cada pregunta correcta (no pude más que recordar el video del macaco y la promesa de su recompensa alimenticia por razonar. Todos los primates reaccionamos a las recompensas, los roedores también y muchas otras especies). Al segundo grupo se le dio una descripción de este dilema moral de hacer o no hacer trampa y luego se les pidió, antes de que entraran a tomar el examen, que predijeran si ellos harían o no trampa. También se les ofreció cinco dólares por cada pregunta contestada correctamente. El tercer grupo era control, ellos sólo tomaron el examen.
El papel de la tecnología en la investigación fue medir la reacción emotiva de los estudiantes, electrodos evaluaban las contracciones cardiacas de los participantes, el ritmo de respiración y el sudor en las palmas de las manos (se espera que normalmente esas medidas se incrementen durante momentos emotivos). Efectivamente, el grupo que se enfrentaba con el dilema moral real presentaron las medidas más altas de ritmo cardiaco, sudor en las palmas y respiración rápida. Conocer sobre el dilema moral creó una diferencia biológica notable en ellos. Y eso hizo que hicieran menos trampa que los que desconocían el dilema, a pesar de que predijeron que harían más. Pero, por supuesto, surge un inconveniente muy real.
Las emociones presentan conflictos, un conflicto que se refleja en la toma de decisiones. “El estudio presenta una cara rosa de la naturaleza humana y va en contra de los resultados que hemos obtenido antes. Si subiéramos la recompensa, por ejemplo a 100 dólares, las emociones asociadas con esa ganancia potencial sobrepasarían el nerviosismo y el miedo a hacer trampa. Pero en todo caso, son las emociones las que, finalmente, te impulsan a actuar, ya sea para bien o para mal”, explica Teper.
Los estudiantes que más emocionados estuvieron fueron los que tenían que enfrentar el dilema moral.
Parte de madurar y crecer como persona yace en la habilidad para, en momentos indicados, suprimir lo que sentimos y actuar de acuerdo a la razón, a lo que pensamos que está bien. Veamos un ejemplo, una persona celosa decide asesinar a su pareja porque no puede vivir así, emociones negativas lo impulsan hacia ello, no obstante, nuestro potencial asesino lo piensa, sabe que está mal y decide no escuchar esos sentimientos. Sin embargo, ¿y si nuestra moral es permitir que nuestro hijo muera porque nuestra religión nos impide darle tratamiento médico? ¿Cómo resolver un problema de razonamiento cuando de entrada la persona no desea razonar? ¿Puede en ese momento la emoción de madre rescatar al hijo de una mala decisión?
Poseemos un fenomenal cerebro que permite la participación de la lógica y de la emoción. Lo ideal es nutrir sabiamente ambas para que trabajen juntas en darnos la mejor solución a nuestros problemas.
Michael Inzlicht y Elizabeth Page también participaron en la investigación que fue publicada en el diario Psychological Science.
Glenys Álvarez
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