– Soy humana. Homo sapiens. Planeta Tierra. Sistema Solar. Vía Láctea... Aún no sé lo que necesito...
Minutos después de una plácida entrada, el inteligente pero extraño organismo comenzó a hacer preguntas. Parecía haber estado esperándome.
– ¿Que necesitas para qué? ¿Para sobrevivir? ¿Agua y comida...?
– ¿Amor? ¿Compañía?
Una de sus variadas extremidades se movió de un lado a otro indicando risa. La primera vez que percibí la misma conducta en otra especie, agradecí vastamente aquella “Descripción y datos de las especies conocidas por los Cosmos” que recibí como regalo de la alteza modificada en el reino del planeta desunido; nunca sabes con lo que te vas a encontrar.
– Una vez conocí a otro humano, era femenino como tú y también hablaba de amor, de compañía... No están solos en el MulpleVerso, he sabido de planetas que han desaparecido debido a que albergaban organismos esclavizados a sus emociones.
– Algunas se sienten extremadamente bien...
– Sí, tengo comparaciones, pero la gente aprende. Nosotros no equiparamos placer, recompensa y consecuencias con 'sentimientos'. No es buena idea, por eso hemos sobrevivido durante millones de años.
– ¿Qué los une?
– El deseo de vivir, por supuesto, de ver más, descubrir más, inventar más... de encontrarnos con entes como tú, víctimas de los enigmas cósmicos...
– Pues si pienso en los problemas que aún padezco por amor puedo decir que tus ideas son bien tentadoras.
– Son más que tentadoras... tu cerebro, sin embargo, no permite que lo veas así. ¿Cuánto tiempo has estado enredada?
– No sé...
– ¿Cuánto tiempo te parece?
– Pues... hay momentos en los que no estoy en ningún lado, durante horas o días, a lo mejor años, no sé, me parece que soy otra línea en un espectro, no distingo nada a mi alrededor, ningún color, ningún fondo, es como si borraras todo el fondo, sencillamente no puedo distinguir nada... absolutamente...
– ¿Es desagradable?
– No, no, todo lo opuesto, la verdad... antes de llegar aquí llevaba mucho tiempo así... no sé, es como otro estado con mucha tranquilidad, no hay esperanza ni ansiedad ni hora de llegada ni deseos de hacer nada...
– ¿Estás muerta?
– No recuerdo haber muerto... no pensé que habría algo más después de morir.
– No creo que haya, pero nunca dejes de preguntar. Algunos de nosotros somos capaces de atravesar hacia otro MulpleVerso pero lo que te ha ocurrido a ti es bien interesante, aquí se estudia mucho. De hecho, debería llamar a alguien más para que te estudie profundamente, uno de nuestros neuroingenieros. ¿Qué es lo último que recuerdas?
Su área visual se centró sobre un pequeño sesgo en una diminuta bandeja de cristal que sacó de un lugar en su torso, estaba llamando a alguien...
Una vez fui atrapada. Ya he tenido que huir algunas veces. Más que todo, la gente se asusta y luego se emociona ante mi inesperada aparición. Pero no puedo hacer nada al respecto, no tengo idea cómo controlar mis estados, mi dirección, mi existencia, la verdad. A veces aparezco en lugares solitarios, amplios y estrechos, a veces en una fiesta con muchas especies o grandes cantidades de una sola, a veces con alguien y a veces está ella... Me he preguntado si estoy muerta, pero es que no recuerdo haber muerto...
– Los recuerdos cambian, no tienen dirección, de hecho, yo cambio, a veces estoy en mi etapa más joven, otras veces ya ando por los cientocincuenta, nunca sé cómo apareceré... sin embargo, mi cerebro parece seguir siendo el mismo, es decir, cuando mi cuerpo está más joven no me convierto en la estúpida que era cuando adolescente, continuo siendo yo, la que recuerdo...
– ¿Cómo te recuerdas? ¿Cuál es la última edad en tu memoria?
Miré mis piernas, ya no andaba con aquella falda favorita por allá por mi segunda década de vida; llevaba unos pantalones a cuadros marrones y negros, sin mirar pensé, “y mis botas vaqueras...”, tengo unos 58 años y vivo en la inmensa y moderna ciudad de Alkalita que se extiende por todo lo que una vez se conocía como India y Pakistán, es la capital del inmenso país de Austar, región sur, la pasada China incluida.
Nunca llegué a saber a quién había llamado, esta vez ni siquiera registré el nombre de su planeta o el suyo... no era oscuridad, tampoco luz pero me arrastraba con sublime intensidad, mi cerebro Homo sapiens ya lo había antropomorfizado y nunca me molestaba sentir su tirón.
Glenys Álvarez
Encuentros con alienígenas
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