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Tip para callar a las mujeres religiosas CHISMOSAS
sábado, 26 de abril de 2014
¿Cuál es el límite para ponerse moreno?
Pues depende. La llamada dosis eritemática mínima (MED, por sus siglas en inglés) se define como la mínima irradiación necesaria para producir enrojecimiento en la piel tras un determinado tiempo de exposición a la radiación ultravioleta del sol.
Cada cual posee un umbral de resistencia en función de la calidad de su piel, que se clasifica en seis fototipos: desde el 0, donde se inscriben los individuos albinos, con tolerancia mínima al sol; al VI, que incluye las personas negras, prácticamente exentas de sus efectos nocivos. De todos modos, los dermatólogos insisten en que tostarnos al aire libre sin protección, con independencia de nuestro fototipo, es una temeridad que puede acarrear funestas consecuencias.
Dada la creciente incidencia de melanomas en los países occidentales, hoy se estudian minuciosamente las consecuencias de los baños solares en la salud. En realidad, el bronceado es un mecanismo de defensa contra los rayos ultravioleta (UV).
Antes se pensaba que la melanina, la sustancia responsable de la coloración oscura, era el único filtro frente al exceso de radiación, pero ahora sabemos que también hacen de barrera los lípidos, los queratinocitos –células productoras de queratina que, una vez muertas, forman el estrato córneo– y ciertas proteínas de la capa superficial.
Sea como fuere, hay tres tipos de UV, con efectos diferentes: los UVC, muy agresivos, pero que no atraviesan la capa de ozono; los UVB, causantes de quemaduras y cánceres, pero también de la pigmentación a largo plazo y la síntesis de la vitamina D; y los UVA, que penetran más profundamente en la piel y producen fotoenvejecimiento. Estos últimos, los que irradian las cabinas de bronceado, podrían favorecer de algún modo la aparición de tumores, advierten los expertos.
Y por si fuera poco, se acaba de identificar a otro “villano”: los rayos infrarrojos A (IR-C). Forman el 40 % de la radiación que impacta en nuestra cobertura cutánea –por ellos sentimos calor– y, a largo plazo, destruyen el colágeno, proteína responsable de la elasticidad y tersura. Algunas cremas ya incluyen protección contra los IR-C.
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