
Cuando le resulta difícil levantarse del sillón para hacer ejercicio, el asunto va mucho más allá de lo que se imagina. El problema se origina en la falta de ciertos genes y la enzima AMPK.
Imaginemos la formación de un organismo y su conducta en el medio. Ahora intentemos comprenderla y explicarla; para hacerlo necesitamos saber dos cosas: la composición biológica del animal y sus experiencias. Durante la mayor parte del tiempo que llevamos sobre el planeta, no sabíamos que unidades genéticas dentro de una molécula llamada ADN traían información que no sólo es pertinente para la apropiada elaboración de un hígado sino también para el comportamiento humano.
Cuando se dice, por ejemplo, que existe el gen pandillero, no necesariamente quiere decir que la persona se convertirá en uno una vez tenga la oportunidad. Lo que nos dice es que el paciente tiene una genética que le otorgará una personalidad más agresiva que pasiva; el medio puede disminuir o incrementar esa predisposición.
Hoy sabemos que la biología y la experiencia son como el espacio y el tiempo, es imposible separarlas, no se puede medir el dominio de una sin ver la influencia de la otra. Mientras más estudiamos los rasgos genéticos que podemos obtener, más confirmamos el concepto de que venimos genéticamente preparados para enfrentar al medio, sin embargo, una vez aquí vemos que la experiencia y el espacio no sólo cambian nuestras conductas sino también la biología; la interacción entre ambos es irremediable y en sus consecuencias vamos creciendo.
Podemos decir que llevamos décadas viviendo un momento genético. No sólo hemos decodificado genomas e invertido vitalmente en terapias de genes sino que los científicos nos regalan genes que parecen identificarse con un tipo de personalidad; así tenemos el gen que le gusta madrugar, o al que le gusta estar más pasivo, el gen que disfruta de las noches o el que habla más de lo normal. En nuestro espectro “normal”, que no incluye enfermedades, descubrimos que las entidades genéticas no sólo nos dan el color de los ojos y del cabello, sino que hasta nos indican a la hora que, más o menos, nos iremos a dormir (por supuesto, el medio puede cambiar todo esto, y a las personas con el gen les tomará más trabajo hacer la transformación).
Ausencia genética
Cada decisión mediática tiene una zona biológica que va a lidiar con ello. Por eso, cuando se te hace difícil levantarte del sillón y hacer ejercicio, el asunto vas más allá de lo que viste en tu casa. De acuerdo con investigadores en la Universidad de McMaster en Canadá, el problema se origina en la falta de ciertos genes y una reconocida enzima.
“A los ratones les encanta correr y nos dimos cuenta de un problema en esta carrera mientras estábamos estudiando un tipo especial de ratones, animalitos que estaban en buenas condiciones pero con los dos genes AMPK borrados de sus músculos. Estos ratones tenían niveles más bajos de mitocondria y los músculos impedían que se procesara la glucosa mientras ejercitaban, que es lo opuesto que ocurre cuando haces ejercicio, tienes más mitocondrias creciendo en los músculos. Si no haces ejercicio cae la cantidad de mitocondrias y nos dimos cuenta, al borrar esos genes, que la enzima AMPK es la reguladora clave del número de mitocondrias en los músculos y se activa cuando realizamos ejercico”, explica Gregory Steinberg.
Las personas con genomas hiperactivos y que les gusta hacer ejercicio, mantienen el número de mitocondrias arriba sin mucho esfuerzo, aquellos que no tienen estos genes presentan dos problemas, no querrán ejercitarse y al no hacerlo reducen mucho más el número de mitocondrias, lo que a su vez hará más difícil comenzar. Más aún, las personas asmáticas, con problemas de discapacidad o que están obesas son más susceptibles a ser atacadas por complicaciones debido a la falta de ejercicio; la diabetes y la enfermedad cardiaca son las más conocidas.
El esfuerzo es doble
En ese sentido, la biología puede jugarte un feo truco ya que necesitas del ejercicio pero tus genes no te predisponen a ello, te predisponen al sillón; sin embargo, el conocimiento te regala la opción de pararte de allí y hacer ejercicio no importa si se te hace más difícil. De esa forma, tu conducta en el medio, aprendida a través de la experiencia, es suficiente para cambiar tu biología.
De la misma forma, permitir que los genomas dicten la manera en que nos vamos a comportar a pesar de tener información al respecto que nos aconseja recurrir a otros métodos, también nos regalará un cambio anatómico que puede desencadenar en enfermedades o conductas caóticas.
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